Hoy es lunes.
Ya hace unos cuantos meses
que las chicharras han callado,
aunque, si lo pienso mejor,
sus silencios habitan aquí
desde hace algunos años.
Es inevitable
equivocarse:
pues son las ninfas las
que insisten y revientan
en la nostalgia
de ese último abril.
Anoche, todavía
me vi plácido en aquellas
bancas de la universidad,
bajo la ceiba frondosa.
Es quizá la razón
por la que me recuerdo
entre el bullicio
inolvidable de esos días.
Donde era un asunto sencillo
a pesar de todo,
evocarte bonito sin lamentos;
con la luz clara y limpia
con la que se presenta
siempre la mañana.
Y digo “era”
porque cada día estoy más
convencido
de que el óxido
que llevan los segundos
tiende a hacer lo suyo:
corroe
la vida,
la inocencia,
y hasta los buenos recuerdos.
Porque, de pronto, ya
tu imagen lejana
no la veo
tan nítida
ni tan pura
como lo era
en aquel entonces.