Me hundo en este sentimiento horrible y tan real, donde mis palabras no tienen peso alguno; son como la maldad en la sal.
Me hundo porque siento la necesidad de hacerlo, sabiendo que no es la primera opción. Me hundo porque no quiero crecer, pero yo sé perfectamente que seré rescatado y saldré de esta profundidad.
Me hundo, me hundo, y de lo hondo saldré a la superficie renovado, como una bendita alma que conoció a Dios en el agua.
Y la sal se esparcirá en todo mi ser. Desde mi ser seré yo quien dé el toque a mis decisiones y cambiaré todo de mí.