Ya somos rama vieja,
hoja que el viento acaricia
con un temblor de oro pálido.
Andamos despacio,
como quien pisa un sueño
que no quiere romperse.
El tiempo galopa sin mirar atrás,
y nosotros lo seguimos con la serenidad de las tardes que saben que ya llega la noche y cualquier cosa puede pasar.
Pero aún arde dentro un fuego:
chispas de risas vividas,
cuerdas de guitarra hundidas
en la sangre que recuerda que nos queda un poco de cielo para alzar la mirada y un puñado de caminos
para decir
“Aquí sigo”.
Que el reloj corra, si quiere;
nosotros caminamos con alma de luna, con la nobleza cansada de los robles, con la verdad sencilla
de quien ha amado mucho.
Y cuando llegue la brisa final
esa que nadie teme si ha vivido de frente, que nos encuentre de pie,
con el corazón abierto como una rosa tardía.
Mael Lorens
Diciembre 2025