…Y le decía la vaca
a su querido hijo:
ojalá, amor mío,
se cumplan mis sueños;
tengas rico y costoso funeral,
con adornos, música y bailes,
en el mejor restaurant;
y tus tumbas sean
los más “refinados” vientres
de inconsciente sociedad.
¡Qué feliz sería!,
pues le tengo terror
a ser velada, revuelta
con añosos hermanos
o asquerosos porcinos,
y luego ser llamada
indefinida cecina o embutido.
¡No quiero que nuestros cadáveres
se presten para eso!
…Y le decía la vaca
a su ternero:
somos inocentes prisioneros;
y aun cuando se les dijo
“NO MATARÁS”,
a muerte nos sentenciarán,
nos ejecutarán,
y, para ocultar su delito,
nuestros cadáveres comerán,
sin sospechar siquiera
que de nuestro esencial instinto
nunca podrán escapar.
¡Dulce venganza:
el veneno escondido
en todo nuestro
cuerpo podrido!
Nuestro cementerio
es la humanidad;
las tumbas,
sus estómagos insaciables
que no nos dejan en paz.
Por satisfacer a su ídolo,
el insensato apetito,
animalizándose están.
Angel Miguel