Ícaro, en el laberinto atrapado,
hartóse de vagar por el suelo,
púsose alas y alzó el vuelo
desafiando al Sol, exaltado.
Yo, errando por un páramo desolado,
os vi como un ángel caído del cielo.
Vos fuisteis de mi triste vida el consuelo
y alegrasteis mi corazón acongojado.
El griego murió por ambicioso.
Yo, sin vos, estoy más muerto que vivo.
Infeliz. Solo. Más vivo que dichoso.
Ícaro cayó por su afán primitivo,
y me espera el mismo destino tortuoso mientras sea de vuestros lindos ojos cautivo.