Ícaro

Soneto II.

Ícaro, en el laberinto atrapado,

hartóse de vagar por el suelo,

púsose alas y alzó el vuelo

desafiando al Sol, exaltado.

 

Yo, errando por un páramo desolado,

os vi como un ángel caído del cielo.

Vos fuisteis de mi triste vida el consuelo

y alegrasteis mi corazón acongojado.

 

El griego murió por ambicioso.

Yo, sin vos, estoy más muerto que vivo.

Infeliz. Solo. Más vivo que dichoso.

 

Ícaro cayó por su afán primitivo,

y me espera el mismo destino tortuoso mientras sea de vuestros lindos ojos cautivo.