Destellos de tu voz mansa
descansan en los territorios de mi memoria
como imborrables huellas
en la arena de una playa lejana.
Reminiscencias de miradas
que deambulan en imaginarias dimensiones
estimulan por doquier los bordes de lo intrépido.
En el vano silencio, el vértigo inasible de tu presencia
es una luz sagrada que alumbra lo imprescindible.