Cuando no sea tiempo de luchar contra nadie por tu libertad; cuando tú libertad no haya sido domada; cuando agarres a esta del cuello, de la mano o del último fleco de su camiseta (es igual, ni siquiera lo distinguirás); tendrás que luchar contigo mismo para determinar el fin de tu libertad, piensa entonces si quieres lanzar espadazos, o al menos, contra quién. Son los más crueles.