La piel, dicen, cambia.
Veinte días, treinta días.
Me miro en el espejo y no me veo la piel que una vez te amó, esa franja fina y mentirosa de mi boca
—la carne que te besó
-que se hizo un nudo, un mapa húmedo contra la tuya, ya no existe.
Ahora solo hay un reemplazo, un olvido biológico y cruel.
Y si la piel no es, y si la piel se ha ido,
¿qué queda de ese amor, tú dime, qué queda de lo que yo fui contra tu boca?
m.c.d.r