José de Jesús Camacho Medina

El faro que se quedó encendido

Hoy
el calendario abre su costilla más frágil
para recordarme que tú deberías cumplir años, ochenta y uno para ser preciso.

Desde que te fuiste, la realidad es, a veces, un molino que mastica lentamente mi sombra, y el dolor, un animal nocturno que regresa a beber en el estanque donde guardo tu voz.

Quiero decirte, padre, que eres un faro que se quedó prendido en lo más alto de mi memoria, que tu luz es una luciérnaga terca que sigue caminando conmigo.

Casi tres meses de tu partida… y te sigo nombrando. 
Hoy cumplirías ochenta y uno,
y yo aquí, padre,
trato de construirte un cumpleaños con estas palabras, con estas velas, mi anhelo es atravesar las dimensiones.

La tierra decidió guardarte antes de tiempo
en su archivo de raíces y silencios.
Ahora eres un árbol que decidió volverse constelación.

Brindo por tu vida:
por lo que te tocó vivir,
por lo que nos diste,
por lo que aún sigue caminando dentro de nosotros.

Feliz cumpleaños, padre mío.

Recibe mi abrazo eterno, te veo en mis sueños.