No es lo mismo hacer una tortilla de patatas,
escuchando, oliendo y sintiendo cada momento,
que hacerla pensando en lo que no existe
y aún está por venir.
Aunque ni siquiera se sepa si realmente se va a estar allí,
ya que, por las cosas de la vida y el orden natural,
todo puede cambiar
en un minuto...
¿O acaso no?
¿Entonces? Salvo la reflexión del ayer para ver lo mejorable,
y la planificación del después
por asuntos que tratar...
Aceptar no es rendirse:
es saber por dónde poner el fuego.
Cuando todo ha de ser lo que será,
y, aun siendo inevitable,
darle vueltas a la cabeza
por asuntos más o menos graves.
En realidad lo que no existe
es un eco lejano, un reflejo mental sin sustancia,
algo que te roba el tiempo,
y lo digo porque lo he vivido
en propia piel.
Mejor vivir
habitando realmente
el aquí y ahora del momento presente,
y comerse
esa tortilla después.
¿O hacerlo en el tiempo psicológico, perdiéndose el momento presente, sin saber lo que realmente va a ser? Pues la diferencia no se encuentra
en lo que dicta la mente,
sino en el momento presente.
Y a cada cual,
mejor lo suyo.