Camina por mi casa / La pequeña sabia.
Manitas blancas, de luz y azahar,
manitas blancas que saben jugar.
Camina, deambula por las estaciones de mi casa…
ella, mi fémina ingrávida, mi criatura temprana…
Camina, deambula las estaciones de mi casa,
princesa traviesa que con el cielo se abraza.
Cascabelea, picotea, es malicia viva,
con sus manitas de pluma y su risa encendida.
Me cela, me cuida, sabe hasta regañar,
cuando de sus horas de arena me suelo escapar:
pilluela indiscreta que logra sermonear…
y aun así, ¡cómo me enseña a jugar!
Con muñecas de trapo me invita a volver
al niño que fui, que no supe esconder.
Pequeña sabia que aprende a volar,
en su país de cristal me invita a soñar.
Estaciones de mi casa, de azúcar y sal,
ella cruza silbando su ruta ancestral.
Los fantasmas de la noche no la pueden parar:
clic-clanc, cabalga estrellas sin nunca tropezar.
Tin-tín… despierta la mañana en sus dedos.
Tan-tán… se abren las ventanas del cielo.
Ella corre, me llama, me vuelve su juego,
y el aire sorprende su risa en campanillas de vuelo.
Porque ella sueña,
porque ella canta,
porque ella enciende
la luz de mi alma abierta y temprana.
Porque ella sueña,
porque ella canta,
ella ilumina el mundo
con su risa cada mañana.
Tin-tín… tan-tán… fiuu… tilín-tilán…
Tin-tín, sus pasos bailan en mis pisos,
Tac-tac, su corazón remienda mis olvidos,
Fiuu…, sopla un sueño que me vuelve niño.
Pintora de soles, bordadora de calma,
guarda en su cuaderno un mapa del alma.
Pequeña sabia, pequeña guardiana,
abre al mundo entero sus luces de calma.
Porque ella sueña,
porque ella canta,
porque ella enciende
la luz de mi alma abierta y temprana.
Porque ella vuela,
porque ella abraza,
porque en su risa
la vida se alza.
Porque ella sueña,
porque ella canta,
ella ilumina el mundo
con su risa temprana.
Y en cada estación de la casa,
su corazón —tan alto—
abre mi alma…
como una ventana.
¡Corazón y cristal!