El lenguaje de la noche
hoy, ya no fue el mismo,
la noche se hizo larga
y no sabe uno
por que carajos
de pronto
se parece tanto a vos.
Las letras de tu nombre
escalando una a una
como hormigas
desde el suelo
hasta el techo
de mi habitación,
la almohada
que finge ser tu pecho
desnudo
que respira
una y otra vez
las veces en que me voy
gastando tu nombre.
Como invocándote
con la costumbre
casi
como si vinieras
cabalgando sobre el eco,
y te manifestaras
en el frío que deja la noche.
Y yo,
(que remedio)
esperando,
esperándote a tientas
como si mis manos
solo quisieran descifrar
el paisaje inexplorado
y exacto de tu cuerpo.
Pero vos
aguardás frágil
inmaculada,
como la ceniza
de una hoja incendiada.
Y es inevitable
después de todo
ceder al velo,
sin saber si estás manos
de repente,
en uno de esos días
que parecen buenos,
puedan también
arder
con tu nombre,
con tu cuerpo,
con tu voz
y entender:
de una vez por todas
el misterio
con el que te disfraza la noche.