Cosas que nunca os he dicho...

Ayer...

Ayer, sin más, me puse a andar.

No buscaba nada,

pero el aire parecía saber algo que yo aún no entendía.

 

Di unos pasos y el silencio cambió de color,

como si alguien hubiera movido un mueble

dentro del mundo.

 

Las aceras tenían un brillo diferente,

y cada sombra parecía ofrecerme una historia a medio usar.

 

No había destino, ni motivo, ni siquiera prisa.

Solo esa sensación imperturbable de que,

cuando uno camina sin rumbo, 

algo, lo que sea,

siempre termina por responder.

 

Y así seguí, tranquilo, casi cristalino,

hasta que comprendí que quizá no era yo quien avanzaba, sino el día,

empujándome suavemente hacia alguna verdad que aún no se había atrevido a decir mi nombre.