Prométeme que nunca serás recuerdo, que seguirás vivía en cada canción, que estarás en las tardes, en esa lluvia, que golpea rítmicamente la ventana. Quiero que sigas siendo la luz en la oscuridad, el aire fresco de mis noches que paso despierto cavilando y sobre todo, me gustaría que te quedaras después del alba. Despertar junto a ti y con un café entre nosotros mirándonos.
Ayúdame a luchar contra el polvo del olvido en nuestras letras. Yo prometo cada día regar las flores de la esperanza, alimentar la espera y acortar la distancia entre un sueño, tú espera y mi promesa de siempre estar aquí junto a la última letra que dejaste sin terminar y la promesa que no es promesa, pero que está ahí con disfraz de espera y faro encendido, por si la casualidad.
La guitarra poco a poco va quedando afónica, la media botella de tinto va cayendo al cajón de reciclaje y el bostezo de mi pero al taparse los ojos con sus patas, parecen manecilla de un reloj en la sala de un condenado al recuerdo, al olvido… al punto final de un poema que prometimos no escribir, sin embargo, estoy resistiéndome a poner el ultimo estribillo, pensando en su título.
Al ver como tus ojos negros, se llenan de turbulencia emocional, resaltando la hora del amanecer que camina despacio, confundida entre la llegada, su partida, y una promesa difícil de cumplir. Hay personas que se van de tu vida sin irse y el recuerdo fresco queda en tu alcoba como olor de café de la mañana, pero se disipa con la mañana como humo del cigarrillo, que no fumamos.
En mi vida no hay nada que pueda sujetar un corazón, un puñado de recuerdos y menos esos sueños que no cumplimos o cumpliremos. Junto a la puerta, está un par de alas, que todo el que viene y quiere irse, las puede usar. No tiene retorno, pero son capaces de llevarte, donde quieras ir. Te hace volar en libertad, por sueños por realizar y sana toda herida y rompe promesas hechas.
LENNOX
EL QUETZAL EN VUELO