Mi cuerpo se estira en la oscuridad, en una búsqueda vana por tu piel, por la promesa de tu calor. Lo único que hallo es el contorno hueco del vacío en la cintura, y el lecho se convierte en un altar para el recuerdo que dejaste.
La frustración me obliga a gritar tu nombre a los vientos, pero el único diálogo que persiste es la ironía silenciosa de este eterno presente sin ti.
Resistiré hasta el alba, confiando en la tregua de un nuevo día y una nueva esperanza.