Rafael Parra Barrios

La casa de mis padres

 

La Casa de mis padres

​La casa de mamá, altar de luces de amor,
allí el silencio es calma
y la tristeza un adiós.

​La casa de la familia no es cemento ni madera,
es susurro que al alma confía,
un cofre de la más dulce era.

​Esa casa que es bonita,
ya no tararea su bella melodía,
hoy reposa su imagen ínclita,
en el pecho es melancolía.

​La luz de mis padres se apagó
y al cruzar el umbral conocido,
siento el llanto quebrar mi voz,
en el eco del amor perdido.

​Esa casa no es igual, así tenga los óleos de papá,
siento un helado hastío
en una inmensa soledad.

​Su vida era un faro, era el centro,
el abrazo que unía nuestro clan,
la voz dulce del encuentro,
la mesa con sabor a pan.

​La casa ya no es la casa,
porque ellos ya no están,
así la pintemos de azul mar,
es poesía celestial.

 La casa es lo concreto,
y sola es el verano;
pues la familia fue aquel templo,
que le dio espíritu y aliento.

​La casa es un rezo a pronunciar,
no por las tejas de arcilla,
sino por lo que ha de perdurar,
y por su alma de maravilla.

​La casa de mamá y papá
es un jardín que ha marchitado,
es el amor quien su verdad dirá,
y el sentimiento quedará consagrado.