La Casa de mis padres
La casa de mamá, altar de luces de amor,
allí el silencio es calma
y la tristeza un adiós.
La casa de la familia no es cemento ni madera,
es susurro que al alma confía,
un cofre de la más dulce era.
Esa casa que es bonita,
ya no tararea su bella melodía,
hoy reposa su imagen ínclita,
en el pecho es melancolía.
La luz de mis padres se apagó
y al cruzar el umbral conocido,
siento el llanto quebrar mi voz,
en el eco del amor perdido.
Esa casa no es igual, así tenga los óleos de papá,
siento un helado hastío
en una inmensa soledad.
Su vida era un faro, era el centro,
el abrazo que unía nuestro clan,
la voz dulce del encuentro,
la mesa con sabor a pan.
La casa ya no es la casa,
porque ellos ya no están,
así la pintemos de azul mar,
es poesía celestial.
La casa es lo concreto,
y sola es el verano;
pues la familia fue aquel templo,
que le dio espíritu y aliento.
La casa es un rezo a pronunciar,
no por las tejas de arcilla,
sino por lo que ha de perdurar,
y por su alma de maravilla.
La casa de mamá y papá
es un jardín que ha marchitado,
es el amor quien su verdad dirá,
y el sentimiento quedará consagrado.