Maria elizabeth Freire

Patipelada

 

El destierro se alimenta con las sombras de mis memorias.

Me encuentro en el ocaso,

recolectando recuerdos.

Desmemoriada, desplazada,

con un puzle de historias y maletas a cuestas.

Impregnando mi cabeza del sueño Americano:

de luces de colores,

de olor a comidas extrañas e insípidas,

frutos incoloros de huertos extraños,

que no son los míos.

Aquí me encuentro,

entre llanuras blancas,

mirando la nieve caer

cómo pequeñas flechas insertas

en este pecho en llamas.

El vacío me llama,

clama justicia por esas almas viajeras desterradas.

¡Qué no darían ayer

por volver a sentir el olor a pan fresco

y la humareda de la leña aún mojada!

La fuerza del cañón ha marcado historias solitarias,

que en tierras extranjeras han sido contadas.

No me enorgullece la historia,

no me amordaza la llaga.

Aquí sigo, patipelada,

reflejo de una sociedad que agrede con sus palabras,

intentando tejer la patria con las sombras de mi memoria,

antes de que el ocaso borre el último rastro del pan y el olor a leña mojada.