Antonio Portillo

La verdad en la boca del alba

La verdad camina descalza
por los patios blancos de mi alma,
dejando un rastro de luna rota
y un olor a soga recién cortada.

Hay verdades que relinchan
como caballos negros en la noche,
y te desgarran el pecho
con su crin de pregunta abierta.

Otras bajan despacio,
como un llanto de mujer en una puerta,
y al tocarte la frente
te encienden un incendio de luciérnagas.

Pero hay verdades —ay, hermano—
que se esconden entre jazmines,
dobladas como cartas sin destino;
verdades que nadie dice
porque al pronunciarlas
se quiebra la voz y la vida.

Y están las medias verdades,
esas sombras que bailan
entre rejas de un balcón vacío:
ni besan ni muerden,
pero dejan frío,
un frío de pozo sin agua
y de guitarra sin cuerda.

La verdad entera, en cambio,
entra por la puerta grande,
con luna de sangre en la frente
y un cuchillo de luz en la mano.
Corta, sí…
pero su herida despierta.

Porque la verdad es un toro blanco,
que al embestir el alma
la purifica.
Porque la verdad, cuando llega,
rompe cadenas,
abre silencios,
y te deja desnudo y vivo
bajo el mismo cielo que te hizo.

Que venga, entonces, la verdad completa,
la que arde, la que canta,
la que levanta desde el fondo
al hombre que aún tiembla.

Yo la espero, firme,
en mitad de mi noche.
Que me hiera si quiere,
pero que me deje verdadero.


Antonio Portillo Spinola