Hoy supe algo sobre ti, fue por casualidad,
como caen las llaves al suelo,
o como se suelta un botón sin avisar.
No me gusta recrearme en desgracias ajenas,
ni nada por el estilo, no va por ahí.
Pero cuando se camina por el filo de un alambre,
hay tropiezos que son casi inevitables.
Y lo cierto es que, al escucharlo,
algo se movió un poco.
Una silueta silenciosa que cruzó mi rostro
como una nube de verano.
No era alegría. Tampoco pena.
Era más bien una sensación extraña al descubrir que el mundo sigue dando sus vueltas aunque tú ya no estés en mi centro.
Me quedé quieto. Silencioso.
Con el pensamiento entre las manos,
agarrándolo con suavidad,
como quien intenta no romper nada.
No sé porqué escribo esto.
Tal vez porque lo que alguna vez nos importó,
lo que alguna vez quisimos,
Deja un eco que regresa de vez en cuando,
aunque no tenga permiso para hacerlo.