I_KENNETH

Yo soy el que llego tarde (PARTE IV)

Yo soy el que llegó tarde
y aún así abrió todas tus puertas.
El que no vivió tus once años de guerra,
pero igual encontró tu punto débil
en menos de dos meses.

No te quiero.
No como tú crees.
Te quiero como quien toca un vidrio rajado:
con fascinación por ver
en qué momento termina de romperse.

Tú dices que conmigo te sientes viva.
Yo solo veo a alguien que no sabe estar sola
y confunde mi atención con salvación.
Confunde mi dinero con amor.
Confunde mis celos con deseo.
Confunde mi silencio con paz
cuando es agotamiento.

A mí me sirves.
No voy a mentirte: me sirves.
Para pasar el rato,
para llenar las semanas donde la vida se me hace plana,
para sentir que alguien se desarma
con solo verme mover un dedo.

No vine a repararte.
No vine a escuchar tu historia.
No vine a ser el reemplazo del hombre
que te sostuvo años,
ese al que sigues mirando
como si fuera el único lugar donde alguna vez estuviste a salvo.

Yo lo sé.
Claro que lo sé.
Lo veo cada vez que dices mi nombre con la boca,
pero piensas el suyo con la garganta.
Cada vez que te ríes conmigo
pero tu sonrisa mira hacia atrás.
Cada vez que te ardes
cuando él aparece en tu cabeza
como un relámpago en mitad de mi noche.

Y aun así, te quedas.
Me eliges.
Porque yo te hago sentir algo,
aunque sea culpa, vértigo o miedo.
El amor hace rato que no te alcanza;
necesitas adrenalina.
Necesitas incendiar lo que te queda
para ver si así dejas de temblar.

Cuando hablas del niño,
cuando dices “mi hijo golpeó a otro”,
cuando lloras porque nada te queda en orden,
yo solo asiento,
porque soy experto en mirar ruinas,
pero nunca en reconstruirlas.

Tú piensas que yo no me doy cuenta,
pero sé perfecto
que aún corres hacia el papá de tu hijo
cuando el mundo se te empieza a caer.
Sé que él es tu lugar seguro,
tu culpa antigua,
tu herida favorita.
Lo sé y no me importa.
No estoy aquí para competir.
Estoy aquí para usar lo que queda de ti
mientras tú te convences de que estás bien.

No voy a odiarte.
No sé hacerlo.
Solo sé devorarte despacio.
Sin prisa.
Sin promesas.
Sin mañana.

Y cuando esto termine —porque sabes que va a terminar—
no seré yo el que te rompa.
Serás tú,
la mujer que nunca se eligió
y que aún así cree que puede reconstruirse
mientras se sigue partiendo en las manos equivocadas como las mías.

Yo soy el nuevo.
El error con perfume caro.
El caos que te distrae del vacío.
El hombre que te abraza mientras miras a otro.

Y aun así,
me miras como si yo fuera futuro,
cuando apenas soy un respiro,
un intermedio,
un eco sin nombre
en tu historia rota.