Adela Collado Alcolado

La palabra

No hay palabra buena ni malvada,
solo un signo desnudo en la garganta;
es la historia del cuerpo que la canta
la que la vuelve súplica callada.

Ay, cuántos verbos nacen en condena,
cuántas promesas caen de rodillas,
cuántas palabras, torpes y sencillas,
de una verdad contada a media pena.

Luego acusamos torpemente al habla,
como si el diccionario nos fallara;
como si la palabra que dispara
eligiera la herida que nos labra.

No es la palabra dueña de la sentencia;
somos nosotros, sed y carencia,
quienes torcemos luz, ritmo y criterio,
quienes dictamos culpa a la inocencia.

Ay, cuántas crónicas quedan mal contadas,
biografías puestas en verso ajeno,
que dejaron al léxico pequeño
bajo lluvias de culpas heredadas.

Ningún vocablo nace sanguinario,
ningún fonema es juez ni es cicatriz;
la culpa se redacta en la raíz
del miedo que gobierna el imaginario.

Tal vez el verdadero significado
no está en la letra, dócil y precisa,
sino en la voz que tiembla y cicatriza
al pronunciar lo nunca pronunciado.

Y duele aceptar, al borde del rumor,
que no fueron las palabras la caída,
que fuimos nosotros, carne arrepentida,
quienes las volvimos contra nuestro propio amor.