Déjame aprender con mis lisonjeroz labios
El laberinto de tu aroma ingrata concubina
Dónde se extravian y desaparecen mis pensamientos sabios
Cómo aquel viajero que sin rumbo alguno camina.
Permíteme seguirte aún así en ilusiones
Raudo como fugaz estrella que pasa en sueños
Rodeame afanoso de alma llena de sensaciones
Dónde solo en mis letras puedo sentirme tu dueño.
Aleja de la interperie la vanal cofradía
De pasarme frente al suelo ante tu rodilla
Inmaculada noctiluna de mis desvaríos
Cuyos anhelos en mi pecho se irradia
Muestra desdén para las súplicas de quién por ti se humilla,
Sufriendo en la eternidad, como aquel que en los infiernos sufre su propio calvario.