Carlos Baldelomar

+ TEMPORADA DE CALMA +

Algunos olvidos
no padecen de amnesia
ni dejan puertas cerradas.
Algunos
son temporadas de calma,
donde el tiempo,
va despacio
ordenando la casa
y etiquetando todo
con su nombre de siempre.

Hoy, por ejemplo,
la tarde fue la tarde,
y no la caravana
de fúnebres pájaros
encaminados
a la última brasa
que ofrece el horizonte.
El domingo pasado
ya no fue el abismo
de un fin de semana
socavado de nostalgias,
donde yo de algún modo,
irremediablemente caía.

Y en medio de eso
a medio pensamiento,
de pronto, no sos vos 
ya la urgencia,
ni la piedra en el camino,
no sos ya
la sirena que irrumpe
y parte en dos
la soledad de la noche.

Se ha vuelto todo costumbre.
La silla en la esquina
que ya no busco,
la sombra de tu retrato
descuidado en el muro,
un paisaje de invierno
en la ventana,
que ya no es más
una metáfora de mi tristeza

Y yo sé
que me conviene creerlo,
y que te has ido lavando
y lavando entre tantas 
y tantas esperas
palideciendo de a poco
cómo se le va el azul
a mi camisa favorita.

Así que yo me convenzo
de que ya no estás.
Que acá,
finalmente,
no queda nada
solo esta casa vacía. 

Pero francamente 
presiento.
Que tu ausencia y mi silencio
hicieron un pacto cobarde
a mis espaldas.

No se han ido.

Solo aprendieron
a caminar despacio,
a no hacer ruido,
a esconderse en la agenda
y en las hojas del calendario,
Para que yo, confiado,
siga creyendo
que de algún modo
te voy olvidando.