HARWIN STRONG

INEXORABLEMENTE AJENOS

Contemplo desde siempre tu despedida en ciernes:

quizás alguna lágrima resbale por tu cara,

quizás marches ausente, sin lágrimas visibles,

impávida en tu marcha, como una Eliza incólume…

Y envidio tu frialdad, quizás solo aparente,

pues he sabido a veces de tu pasión ardiente;

en todo caso, envidio tu altivez en el porte:

no puedo hacer lo mismo, y acaso disimulo

con mi mirada ausente, y mis ausencias siempre…

Y, entonces, cuando pase el tren de los adioses,

será el descanso cierto para dos almas rígidas

perdidas en el centro de una alborada blanca…

Tendré recuerdos fuertes de tantos días álgidos

que sentiré clavados cuchillos en mis sienes…

Quizás aún recuerdes mis ojos apacibles,

o mis abrazos lánguidos en noches sin sentido,

o acaso consideres que fueron hechos tristes,

que ocurrieron por fuerza de circunstancias planas…

Y quizás sea cierto…

Será un descanso cierto para tu vida extraña,

perderme de tu vista, como el recuerdo laxo

de un mal sueño inquietante que transcurrió en mala noche…

Y entonces, en el parque, los niños en las tardes,

se acercarán a verme mientras escucho pájaros:

las cosas más sencillas son las que permanecen…