El perdón es ese acto de misericordia,
A veces cobarde y cínico, que se
Refugia en el pasado, es así
Porque en cierto modo
Revoca lo sucedido
Y vuelve a darle
Al sinvergüenza
Margen de acción para, otra vez,
Empezar de nuevo. Nunca
Escarmienta, por el contrario:
Se siente más fuerte,
Cuasi invencible,
Pues sabe
Que siempre habrán otros sinvergüenzas
Que les adularán
Pero al actuar lo hace siempre de
Cara a un futuro de revancha.
El perdón nunca les puede
Subsanar el odio que
Arrastran, que llevan dentro.
De su corazón inhumano, y por tanto podrido,
Y tan poco fiable siempre ha salido
Una espesa y oscura niebla
Que a todos nos aparta.
Las promesas se dan, decía H. Arendt, para formar “ciertas islas perfectamente delimitadas de previsibilidad en un mar de incertidumbre”. Esto, pienso yo, es lo que nos da la posibilidad, en cierto modo y manera, de cambiar el futuro a la vez que disponer de él como si fuera presente. Es lo que pienso de manera sosegada, alejado del ruido humano cuando olvido que hay, existen, personas enfermas de odio y que, paradójicamente, existen.