Waraira, la mía
amaneció cubierta de gasa neblinosa,
normalmente desde la ventana
de mi oficina, piso siete en la UBV
puedo verla despejada
brillando silenciosa
con el hotel Humboldt
alto, majestuoso como un faro,
pero hoy que llueve
que el cielo nubla mis ojos
tal vez un poco mi mente
no puedo verla como quisiera.
Se ha cubierto de mi
tal vez con pudor de doncella
virgen, pero no mártir,
y se niega a que la ame
como siempre la he amado,
suspirando en silencio
por sus aguas cristalinas
que al bañarse en ellas
no es sino un bautismo cósmico,
una experiencia ultra terrena.
Lo más hermoso de esta ciudad
un poquito neurótica y ambivalente
es ese cerro que la separa del mar.
A veces, cuando está despejado
desde arriba puede verse el mar
turquesa y oliva
obsequiándome La Guaira,
extraño el funicular que me sube
hasta arriba y me hace mirar
la ciudad inconstante, pequeña
y del todo abandonada
por sus amantes.
La quiero a pesar de si misma
de sus soledades mundanas
y de sus muchos amaneceres.
25/11/2025
OLLIN