En las tardes que observo sus fulgores,
cuando escucho del mirlo su gorjeo;
cuando el campo florido siempre veo
yo le canto a Natura mis amores.
Más si escucho de guerras sus tambores,
que destruyen, de paz, el gran deseo;
me pregunto si Dios es un ateo
porque ignora del pueblo sus dolores.
El promueve, de amor la esencia pura,
pero ignora terribles felonías;
observando tan solo la amargura
de los pueblos que sufren tiranías;
sin que ofrezca su célica armadura
que termine con tristes agonías.
Autor: Aníbal Rodríguez.