Perdonar no es olvidar,
es soltar el peso
sin borrar la historia.
Es mirar la herida
sin que duela igual,
entender que lo que pasó
también nos enseñó algo.
Perdonar no es fingir que nada ocurrió,
ni hacer silencio donde hubo ruido.
Es aceptar que la vida sigue,
aunque a veces uno siga temblando.
Es caminar más ligero,
no porque el recuerdo se haya ido,
sino porque ya no te manda.
Perdonar no es olvidar…
es liberarse.
Es decir “ya no me quedo ahí”,
aunque
el eco todavía hable.