Tarde oclusa, mórbida,
sin soles ni pausas,
ayudame a entender
el porqué de tu presencia
en el diario vivir de mis días cerrados.
Atenuada, Sangrante, morís y vivís
atrapada entre los
vidrios mudos de mi ventana...
Grave Orbe que
mengua abismalmente,
mi extraña
soledad que ríe y llora
entre cánticos sesgados, amargos...
Siento en plegado secreto
ese placer mórbido
De recordar heridas, murmullos
y susurros del Pasado,
Pasado de plomo que hiere…
que hace tanto daño…
Ya llegará la temida Noche que duele
Y aunque ya no creo en dioses,
mis labios trémulos,
recitarán una plegaria…
vieja plegaria,
añeja, perdida plegaria...
Olvidada y presente plegaria,
teñida de bronce oxidado,
Inmersa en lodos mojados en brumas...
Hecha de lejanas lejanías
que pesadas se acercan.
Ciénagas maltrechas ya me visten,
me atrapan…
Noche ardua.
Alba en luces.
Alma ultrajada.
Día en llamas.
Escucho ya las voces del Destino
en el que vive
el sabor de mi ocaso
de soles sombríos
y de estrellas eternas, nubladas…
Busco a tientas una caricia,
una tibia mano que me sostenga…
Tanto dolor y miedo
no se disuelve,
entre oscuras preguntas,
entre sombras sombrías,
ni escribiendo versos,
entre duros silencios
mecidos en compases de cegado dolor
y siempre,
siempre a solas...
(Patricia)