Jesús, un niño de 8 años alegre y soñador le gustaba dibujar y jugar al fútbol con sus amigos. Un día en la habitación de sus padres, encontró un tablero, antiguo, de ajedrez. Él estaba fascinado por esas piezas de madera y lo llevó a su habitación y comenzó a acomodarlas para jugar. las piezas brillaban de manera mágica como si guardaran un secreto.
Al hacerlo algo extraño pasó: algunas piezas se negaban a ocupar su lugar, las torres se tambaleaban, la dama perdió su corona y después de varios intentos, el sueño por fin lo venció, encontrándose de repente en un mundo fantástico.
Ahora, dentro del ese tablero con vida, Jesús veía piezas gigantes: entre ellas grandes castillos, las piezas tenían voz, unas reían, otras bailaban, Pasaron algunos minutos antes de su primer movimiento, como si el tablero le estuviese diciendo algún secreto.
Jesús sintió que cada pieza expresaba una emoción distinta, cuando vio que una torre triste lloraba, el acerándose a ella con curiosidad le preguntó el motivo de su llanto a lo que ella le respondió muy bajito mientras triste suspiraba: ¡Yo solía proteger reyes! … pero olvidé cómo moverme.
Jesús cerró los ojos unos momentos, entonces lo entendió: no todo se trataba de mover piezas… a veces, también era importante escuchar. Abrió sus ojos y sonriendo puso su mano sobre la torre que lloraba. ¡Vamos! le dijo con ternura, “aprendamos juntos cada jugada.”
Y así en su aventura dentro de aquel sueño, y al final de aquella partida, Jesús aprendió qué en la vida, como en el ajedrez, No todo es mover piezas, también hay que aprender a observar y escuchar, cada jugada es un paso, para crecer y avanzar.
el jaque mate verdadero no siempre se da al enemigo, sino a los miedos ocultos que no nos dejan avanzar. “como también que se debe pensar muy bien antes de actuar.
Jesús vivió su aventura dentro de aquel sueño … y aprendió a pensar ,la próxima puede ser la tuya ¡atrévete a jugar!
FIN