Aquel gigante que mantiene su furor y caluroso semblante, aquel que representa vida, culminando las mañanas con el asombroso resplandor que calcina. El sol mantiene su presencia, sea que esté frío, sus rayos representan su ardor, insoportable, se inclina en diferentes lugares, recordando agua, para que recuerdes de qué estás hecho. Si lo miras directo, te intimida para que le quites la vista; con unas gafas de sol, tal vez aguantas por momentos su intimidación.
Es muy común que su potencia no es para tus ojos, es un testimonio que tu piel insiste en la historia de su resultado. Ya sea para bien o para mal, deja su marca sin permiso o control, es simple decir que es aquello que está prendido sin depender de una activación. Pero si te encuentras con tus averías, aquellas que te limitan, aquellas que te impiden seguir adelante, concéntrate en su poder, aquel que sugiere que no siempre debes protegerte de él. Nuestro estado como seres humanos, somos vulnerables a los ataques a diario, sentimos y actuamos, nos apresuramos y hacemos demasiado. ¿Acaso existe aquel cuerpo que aguante más de 100 años?.
Cuando pienses en el gigante amarillo, procura cerrar tus ojos y apuntarle con tu vista. Concéntrate en el contenido de tus ojos, aquel rojo que simboliza que estás cerca de él. Notarás su control, no sobre ti, nunca diciéndote qué hacer, pero ordenando tus pensamientos y agonía, para que te levantes nuevamente como él.