El viento ondea la cortina de la ventana,
en la vetusta cabaña se percibe un hálito a nostalgia,
vacía la morada…abandonada…
en algún paraje apartado…en la montaña,
donde se respira melancolía…
donde algún día sonreía la esperanza…
y el aroma de la cocina …
despertaba el apetito de todo su entorno.
Ahí me veo todavía…
meciendo mi sensibilidad en el portal…
sobre la hamaca,
observando el perfil ingenioso del horizonte…
como conjuga los verdes del campo…
con los rojizos otoñales del ocaso.
Placentero remanso…
aunque abrazado de añoranzas…
que inquietan el alma.
Como no extrañar el sol que me acompañaba…
en absoluto silencio,
sin berrinches,
como no agradecerle a la naturaleza…
haber soportado mi desidia,
cuando solo tenía ganas de no hacer nada.
Me veo todavía ahí…
recorriendo mis recuerdos,
los fragmentos de sueños inconclusos…
tratando de maquillarse de contentos…
con forzados finales felices.
Pero a pesar de todo,
a pesar de esa irónica tristeza que siento,
me gusta regresar a este aparcamiento…
en donde todavía yacen gratos momentos…
enmarañados entre penas y lamentos.
Definitivamente la vida está hecha de imprecisiones,
la mayoría de sentimientos heridos…
y unas cuantas alegrías, contadas,
pero suficientes como para querer seguir intentándolo.
Que contradicción siento a veces,
cuando me acosa la impotencia,
ese dilema de no saber para dónde seguir,
de no estar seguro si continuar…o parar…y darse por rendido,
y sentarse a esperar el desenlace,
sea cual fuere…ya me da lo mismo.
El viento ondea la cortina de la ventana,
y yo mirando hacia fuera…en dirección a lo perpetuo…
me doy cuenta que el tiempo no parará su rumbo,
cumplirá lo establecido…
y solo se detendrá para mi…
cuando se haya cumplido mi destino.