Allí estas, en ese oscuro rincón del sótano
ataviado con una recia tela
de polvo de olvido y terquedad.
Aun te postras en ese roído traje negro y blanco.
Nunca diste espacio a otros colores,
ni siquiera a medios grises.
Tus recuerdos rondan esa visión dualista
que ajustaba el talle de tu cintura.
Vivías en un solo “me queda mal, me queda bien”.
Las inquisidoras manos
del viejo sastre que te usó
quisieron imponerte modas herejes.
Tu ascética trascendencia de alma buena
no tiene cabida en las modas de sombras
y mucho menos en remiendos malsanos.
Te crees a salvo
en ese nebuloso vórtice subyugado al olvido.
No tienes albedrío y esa piel plastificada
te hace ver fuera de moda.
De reojo te miras en el opaco espejo,
ves detrás de ti una acuciosa sombra
que te absorbe por la ausencia de luz.
Sumido en esa cosmología única y absoluta,
tu alma busca salir desgarrando
la fina costura que te aprisiona.
Huye de esa falta de sentido,
de querer adherir el mal
a benevolentes dioses acicalados y perfectos.
Tarde o temprano
has de renunciar
a promover esa peregrinación
por la perfección de sí mismo.
23-11-2025
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