Mi Casa
Cuando llego a casa
huele a dulzura,
el aroma de café se funde
en la soledad de la ternura,
el momento sagrado
de la catarsis
que la paz augura.
Me ubico en la poltrona,
reviso el teléfono,
escribo notas
y me lleno de versos.
Unos sorbos de café
anteceden la subida
de la escalinata;
paso a paso lo hago,
se escucha su ritmo:
tac, tac, tac, tac...
Me detengo en el descanso,
me persigno ante el altar
del rincón de la abuela.
Es un lugar de fe y recuerdos
que refleja el significado
de la vida y de la muerte,
y la verdad de que nada
dura para siempre.
Pero en esa realidad,
el legado sigue intacto,
siendo obra
que pincela
óleos
de amores eternos.
Entonces rezo y pido a Dios,
a San Rafael Arcángel
y a su dulce compañía,
que colmen de luz
la senda a seguir.
Continúo y llego de nuevo
a la habitación
a dudar, a pensar y a existir.