Rafael Parra Barrios

Mi casa

 

Mi Casa

Cuando llego a casa

huele a dulzura,

el aroma de café se funde

en la soledad de la ternura, 

el momento sagrado

de la catarsis 

que la paz augura. 

Me ubico en la poltrona, 

reviso el teléfono,

escribo notas 

y me lleno de versos.

Unos sorbos de café

anteceden la subida

de la escalinata;

paso a paso lo hago,

se escucha su ritmo:

tac, tac, tac, tac...

Me detengo en el descanso,

me persigno ante el altar

del rincón de la abuela.

Es un lugar de fe y recuerdos

que refleja el significado

de la vida y de la muerte,

y la verdad de que nada

dura para siempre.

Pero en esa realidad,

el legado sigue intacto,

siendo obra
que pincela

óleos 
de amores eternos.

Entonces rezo y pido a Dios,

a San Rafael Arcángel

y a su dulce compañía,

que colmen de luz

la senda a seguir.

Continúo y llego de nuevo

a la habitación

a dudar, a pensar y a existir.