LA ÚLTIMA ESTACIÓN
(Wcelogan)
A veces me descubro esperando
un gesto mínimo:
la forma en que acomoda el abrigo,
el silencio que deja
antes de decir mi nombre,
como si pronunciara
algo frágil y sagrado.
No hay promesas.
A nuestra edad, las promesas
son relojes sin cuerda.
Pero existe algo más preciso:
la presencia.
Ese quedarse sin prisa,
aunque el mundo
ya no nos reclame.
He aprendido a escucharla
cuando no habla.
Sus pausas son un idioma
que no enseñan los años,
solo la pérdida.
Y sin embargo,
si sonríe,
algo se enciende despacio—
no para arder,
sino para iluminar
lo que aún resiste.
No temo la despedida.
Lo que duele no es partir,
sino no haber llegado nunca.
Y yo llegué,
aunque fuera tarde,
aunque el cuerpo proteste,
aunque la vida ya no corra
como antes.
Si esta es la última estación,
que sea así:
con la respiración tranquila,
con el temblor necesario,
y la certeza humilde
de haber amado
sin hacer ruido.