Tomás Jácome

Me Rindo...

Me rindo.
Ya no creo en el amor.
He visto tantas historias romperse
que hasta el eco de un “te quiero”
me suena a vidrio estrellado.

Toda mi vida
ha sido un desfile de peleas,
infidelidades escondidas en susurros,
chismes que cortan como cuchillos,
promesas que nacen hermosas
y mueren como hojas mojadas en el suelo.

Y entonces lo entendí:
nadie te va a amar de verdad.
Aunque des todo,
aunque tu alma grite que quiere quedarse,
aunque te esfuerces hasta dolerte el pecho…
siempre pierdes.

Lo sé, soy joven,
demasiado joven para sentirme tan viejo por dentro,
pero no puedo ignorar lo que veo,
lo que siento,
lo que se quiebra en silencio cuando no hay nadie mirando.

Mi vida es una completa comedia y farsa;
un chiste mal contado por un destino cruel.
No sé qué habré hecho,
no sé qué pecado arrastro,
pero estoy pagando una condena que no recuerdo haber firmado…
porque nada de esto debería doler tanto,
y aun así duele como si fuera justo.

Las personas somos crueles.
Malas sin quererlo,
malas sin darnos cuenta,
rotas tratando de no parecer rotas.
Y yo también soy parte de ese desastre.
Somos una mierda…
y eso duele más que cualquier desamor.

¿Hasta cuándo?
¿Hasta cuándo viviremos así,
amando para que nos dejen caer como si fuéramos nada?

Me cansé.
Me cansé de querer tanto
que al final terminan dejándome en sus manos,
como quien deja caer algo sin importancia.

Soy un chico sentimental,
demasiado quizá.
Mi corazón es el de un pollito perdido,
temblando bajo la lluvia,
sin protección,
sin nido,
sin un abrazo que diga “quédate”.

Pero ya no más.
Voy a reprimir todo,
cerrar las puertas,
apagar la luz,
bajar la voz.

Desde hoy,
ya no creo en el amor.
Ese amor que prometieron,
ese amor que nunca llega,
ese amor que solo existe en historias ajenas…

El amor —
esa palabra que alguna vez quise pronunciar con ternura —
para mí ya no es nada.
El amor…
es solo otra mentira que aprendí demasiado pronto.