Noelia Beteta

La elegancia silenciosa del fracaso

La normalidad es la meta final del fracasado,

del que dejó de soñar por cansancio,

del que cambió el vértigo por una silla cómoda

y llamó “madurez” a su rendición.

 

Ser normal es morir sin escándalo,

es firmar la paz con el vacío,

es dejar que el reloj piense por ti

y aceptar su dictadura de segundos.

 

El fracasado no siempre pierde,

a veces se acomoda,

se disfraza de equilibrio

y llama “vida tranquila” a su derrota.

 

La normalidad, esa cárcel pulcra,

te enseña a sonreír en automático,

a decir “todo bien” con el alma oxidada,

a vivir sin ruido, sin riesgo, sin fuego.

 

Y a veces,

cuando el silencio se alarga demasiado,

parece que todo eso,

no suena tan mal.