Descended, oh, alma, sin temor,
descended y mirad la entrada,
mirad, oh, los álamos negros
y a vuestros parientes piadosos
suplicarles una moneda.
Mirad que el avaro Caronte
yace esperando en su embarcación,
esperando sobre el Estigia
a conducir vuestra alma triste.
¡Oh, alma pobre que cruzaréis!
¡Pena siento por vuestra Merced!
Cerbero aguarda en el Tártaro
y Hermes a conduciros no va.
Llegaréis a donde el bosque aquel
y veréis en él un estanque
dónde yace un álamo blanco,
bebed de su agua y obtendréis,
oh, alma común, la ventaja
que seguro habrá de llevaros,
estando en praderas de Érebo,
a reposaros sin más temor
en los jardines del Elíseo.