Jesus de los Angeles Valdivieso Alarcon

Mamá rata

Corres con el cuerpo pesado,

lleno de crías que ya casi se mueven.

Tienes hambre, frío,

y sabes que cualquiera te puede matar

solo por existir.

Pero quieres vivir,

asegurarte de que tus pequeños crezcan.

 

Has pasado días escondida,

oliendo comida que no puedes alcanzar,

oyendo pasos que podrían romperte

sin siquiera mirarte.

 

Escuchaste que Juan quiere a los animales,

que no soporta ver sufrir a ninguno,

que rescata gatos, alimenta perros,

hasta tiene un ratoncito de mascota.

Y por un momento creíste

que él no te echaría una piedra.

 

Te acercaste despacio,

sin hacer ruido,

como si el mundo fuera menos cruel

de lo que siempre ha sido.

 

Pero Juan también se asustó.

Y el miedo es rápido y certero.

Agarró la piedra del suelo

y te la lanzó directo al costado.

No gritó, no dudó,

solo quiso que no siguieras ahí.

 

Quedaste respirando de lado,

moviéndote lo justo,

con las crías tratando de vivir en un cuerpo

que ya no podía sostenerlas.

Juan te agarró por la cola, con asco,

y te lanzó a la carretera como si fueras basura.

 

La calle siguió igual,

las luces siguieron igual.

Nadie se detuvo.

Nadie mira a una rata más de una vez.

 

Y sin embargo querías vivir.

Querías parir.

Querías seguir.

 

Pero nada cambia,

nada se detiene por ti.

La naturaleza aprieta,

la gente remata,

y el mundo no guarda tu nombre

en ninguna parte.