Me amas con pasión y sin prisa, bien y despacio.
Tocas mi cuerpo con paciencia y respeto, aunque el deseo que mueva tus manos sobre mi piel sea ferviente y vulgar.
No te importa frenar el tiempo para saber cómo estoy, qué necesito, qué quisiera.
Besas mis oidos y les plasmas eterna la paz que habita en mí cuando te acercas.
Mi respiración es ahora tu oxígeno, tu saliva es primero la mía y tu orgasmo es consecuencia del mío.
Sabés de mí todo lo que necesitas para que nuestro encuentro sea mágico como un regalo del cosmos.
Nos decimos al oído que queremos ser del otro para siempre y volvemos a reconocernos inocentes, inexpertos, aventureros.
Soy tuya, sos mío y somos capaces de atravesar lo que se oponga entre lo tangible y lo imaginario.