Y cuando la rosa incline
medrosamente su encanto,
él, llegará en su caballo
envuelto en dulce neblina,
que endosará como manto
de seda recién cortada
para cubrir de su amada,
su lecho, en el camposanto.
Y su potro bravo y fuerte,
se doblegará de hinojos
cerrando sus grandes ojos
como respeto a la muerte.
Pegará su belfo al suelo
cuando suspire la rosa
del rosal junto a la fosa.
Y será como un anhelo
volador hasta la altura,
donde por siempre lo espera
el alma imperecedera
libre de toda atadura.