Dios ama a todos los arqueros,
nos ama porque Él juega
en la misma posición.
Siempre defendiendo tenaz bajo los tres palos,
siempre evitando que otro gol
nos los clave el mal endiablado
en el fondo de la red-vida.
Su equipo es el nuestro,
nuestros colores así lo afirman.
Siente angustia porque no hay lucidez
sino desmesura
para cargar, consumir, gritar
y maldecirnos a nosotros mismos,
porque si no te has dado cuenta
levantar la mano contra el otro
es golpearnos con nuestros propios nudillos.
Ninguna tarjeta es
lo suficientemente dura
para mandarme a descansar al banco.
Él me dio dos manos, dos,
la derecha da
la izquierda recibe,
y en mi juego
como en mi vida
nada es tan eterno
como vivir a plenitud,
con verdad
sin falsas idolatrías.
Y el árbitro pita
para cortarnos en dos
la angustia que no espera.
OLLIN
18/06/11