La Casa Vacía
Mis dedos rozan los marcos de las entradas silenciosas,
ellas giran sus argollas con suavidad y se expanden de par en par.
Un sillón antiguo me convida a reposar en su regazo.
La vajilla intacta aguarda a los compañeros de antaño
que el tiempo se llevó para siempre hacia otros caminos.
La escalera de madera sube y desciende cada día,
sus travesaños tan gastados han perdido la memoria,
ignoran si ascienden al cielo o bajan al vacío profundo,
o si acaso retienen el rumor de unas pisadas lejanas
que fueron de niños jugando en el corredor interminable.
Las ventanas contemplan el jardín que crece salvaje,
sus cristales empañados guardan secretos del ayer,
el musgo cubre el camino que conduce al viejo pozo,
y las enredaderas trepan por los muros con abrazo tenaz,
mientras el viento mece la hamaca que ya nadie usa.
En la cocina fría descansa una taza solitaria,
el reloj de pared detuvo sus manecillas en un instante,
las sombras se alargan sobre los azulejos blancos,
y el eco del carbón duerme bajo la ceniza gris,
esperando una voz que encienda nuevamente el fogón.
Las habitaciones superiores conservan un aroma a ropa guardada,
los espejos reflejan sólo el polvo de los meses,
las camas están tendidas con sábanas inmaculadas,
y en el ropero oscuro cuelgan vestidos sin dueño,
soñando con bailes que terminaron hace muchos años.
El desván almacena juguetes cubiertos por telarañas,
muñecas sin ojos y carros con ruedas oxidadas,
álbumes de fotos donde todas las caras se borraron,
y cartas de amor que el sol fue desvaneciendo
entre grietas del techo donde anidan las palomas.
El patio trasero llora con la lluvia de noviembre,
las macetas rotas yacen entre hierbas altas,
el columpio cruje con la melodía de la nostalgia,
y la estatua de un ángel pierde sus facciones finas
bajo el manto verde que le teje el musgo constante.
Sólo yo recorro estos espacios como un fantasma amable,
sintiendo latir aún el corazón de la construcción,
escuchando risas que se filtran por las rendijas,
acariciando paredes que conservan calor humano,
mientras la luna ilumina a través de los vidrios rotos de
esta casa que se niega a morir completamente.
—Luis Barreda/LAB
Montrose, California, Estados Unidos
Noviembre, 2025