Yo no soñé con hijos,
nunca lo vi en mi destino,
pero tú, hermana mía,
guardas en tu alma ese camino.
Y cuando lo pienso,
algo se rompe en silencio,
una nostalgia me abraza,
me duele el pecho.
Porque yo daría por ti mi vida,
sin pensarlo, sin medida,
hasta el último aliento,
hasta el fin de mis días.
Pero tú, si llega el momento,
entregarías la tuya por otro ser,
por el que un día será tu hijo,
y eso… me hace doler.
No porque no lo entienda,
no porque no lo respete,
sino porque en mi corazón
quisiera que siempre me prefirieras,
como yo te prefiero,
como yo moriría por ti
sin mirar atrás, sin esperar más.
Tal vez es egoísmo,
quizás es amor puro,
pero hay días en que deseo
que yo siga siendo tu mundo.