Tus palabras fueron el viento helado que apagó mi fuego
una horda salvaje que me clavó mil puñales
tu voz hoy la recuerdo, como una daga ardiendo
que incrustaste entre mi pecho y mi corazón abierto,
que aún adolorido seguía en tu nombre latiendo
Usaste las heridas que ya sabías que tenía
para desechar en ellas, el veneno de tu rencor.
Me tiraste a la cajuela, sin plegaria ni perdón
y allí enterraste mi nombre, sin ninguna contemplación.
Tu dolor me cercenó, sin pena ni remordimiento
sin temor ni consideración
Me tiraste a la penumbra
de vivir sin tu perdón
pero ahora dime amor,
¿Eso te hace sentir mejor?
en el fondo sabes que no
y no... no eres mejor que yo.
- Angela Parra - Col