Hay caballos… y está él Akhal-Teke.
Alcé la mirada… Y quedó levantada,
literalmente, clavada, para siempre…
¡Arre! ¡arre!
¡Madre mía! ¡que, potencia!
Mil aves, elevan, mi existencia.
Palpé, el plenilunio, cara a cara.
Y el dístico ocre, jardín, del Sáhara.
A cinco pasos de cabriola, ¡tengo miedo!
Retocé triunfal, saboreando su estruendo.
Su pelaje metalizado, dorado, es violento.
Tan impetuoso e impulsivo, rasgó, el cielo.
Su serpenteante jaez, despedazó, el viento.
Copiosas gotas nutridas, espolean mi cara.
Y a un inoportuno peregrino rayo falaz calla.
,,,Las comas las dejó todas todas atrás.