Mi reina,
inconscientemente altiva,
angélica,
sobre la nieve limpisima...
¡Qué belleza!
en su trono ensortijada,
coronada,
y vestida de inocencia...
Fastuosa,
de luceros bien colmada...
¡Qué ambrosía!
en una opulencia divina...
Mi diosa,
con su luz milenaria...
Es la poesía,
una copa de vino en el alma...