No hay torre más alta que una promesa cumplida,
ni guardián más firme que el que sueña despierto.
En la penumbra del sistema,
florecen niños con ojos de justicia.
No portan armas,
sino lápices que derrumban imperios.
Los viejos cuentan historias
con voces que incendian conciencias.
Hay guardianes que no usan uniforme,
sino el pulso del pueblo en sus venas.
La esperanza no es quietud,
es vigilia sin tregua.
A cada intento de expolio
responde un poema encendido.
Los centinelas velan en los parques,
en los trenes, en las redes,
con la ternura del que no se rinde.
Una flor resiste más que un tanque
si florece en el sitio correcto.
Y ese sitio es el pecho
del que no se ha rendido jamás.
La madrugada llega con ojos abiertos,
dispuesta a no ceder la aurora.
No hay vigilia más poderosa
que la del corazón insurgente.
JUSTO ALDÚ © Derechos reservados 2025