Con la furiosa aljaba de tus ojos,
me has lanzado una flecha y me has herido,
dándome calma, haciéndome rastrojos,
apenas tierra en todo lo que he sido.
Abandonándome, me suelto henchido
de ardores en mi pecho, que contento,
en tu rebaño ausente y encendido,
deja que corran lágrimas al viento.
Es tu ausencia la causa en mis enojos:
no puedo hacer la guerra, y ya he perdido
entre el bando de lúdicos despojos,
y el bando receloso, y voy perdido
a enredarme en las redes que he tejido
esperando a que vuelvas soñoliento.
Por tu viaje, que ha tiempo has emprendido,
deja que corran lágrimas al viento,
y si aún me recuerdas en tu olvido,
y escuchas, por mi ardor, mi gran tormento,
ya en tu barca, ante el mar empedernido,
deja que corran lágrimas al viento.