El Cronista sin puerto

Intento de poetas.

Intento.
Y cada intento es un salto al vacío,
un verso torcido,
un grito escondido
que nadie escucha—
pero igual lo lanzo.

Escribo,
aunque mis poemas no viajen,
aunque no lleguen a miles,
aunque mueran en la pantalla
antes de hacerse herida.

Escribo,
porque si no escribo me rompo,
porque la palabra es la única casa
que nunca me cerró la puerta.

Intento publicar,
pero el miedo me firma primero,
me tiembla el pulso,
me falta el aire,
me sobra silencio.
Y aun así
—mírame—
aquí estoy de nuevo
rompiéndome la voz por un verso.

Somos eso:
humo, tinta, duda, rabia,
golpe seco contra la página en blanco.
Somos intento de poetas,
pero intento no es derrota:
es quedarse,
es plantarse,
es escribir aunque duela,
aunque no brillen las métricas,
aunque la noche nos mire feo.

Porque yo lo sé:
cada línea que no público
igual me salva.
Cada poema que nadie lee
igual me nombra.
Cada intento que no suena en aplausos
igual late conmigo.

Somos intento de poetas, sí,
pero seguimos.
Seguimos.
Seguimos.

Porque hay versos
que nacen rotos
solo para enseñarnos
a seguir vivos.